Me he despedido de gente a la que jamás hubiese dicho adiós. He pegado un portazo de realidad y he encerrado el dolor en aquella habitación. En la puerta un "no pasar" que me recuerda que lo que hay ahí dentro, duele. Jamás volveré a pisarla, dije, muy convencida de mis palabras. Pero está ahí.
No quiero verlo. Pero está ahí.
Encerrado. Pero haciendo ruido. Por dentro. Ese ruido que no se oye, se siente. Incontrolable e indestructible. Pero fácil de ignorar si como yo, llevas años entrenando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario